Soy Eschara

Portrait Eschara

Nací en 1949.

Después de los años escolares, realicé estudios de comercio y me desempeñé finalmente como apoderada en la industria electrónica. Comencé a recibir clases de pintura en 1983 (con Peter Valentiner, por ejemplo, en la escuela de verano de Tréveris -Trier-), inicialmente sin dejar de ejercer mi profesión.

En 1990 y 1991 estudié pintura en la Universidad Alanus del municipio de Alfter, cercano a Bonn, con Wilfried Ogilvie, cuyo entusiasmo por la fuerza social del arte ejerció en mí una influencia considerable. También en la Universidad tuvo lugar el maravilloso encuentro con Boris Birger, quien se interesó por mi trabajo.

En los tiempos de crisis de mi vida, que me obligaron a hacer una pausa y reflexionar sobre los temas fundamentales, la pintura y también el dibujo se convirtieron para mí en una necesidad interior, y a partir de 1993 empecé a hacer viajes de estudio a Noruega, España/Lanzarote, Holanda, Francia, Portugal, Austria. Durante estas estancias en otros países pude acumular muchas experiencias valiosas, ya sea en estudios compartidos de artistas (en Holanda, por ejemplo, con Henriette Riederer, artista de la República Federal de Alemania ganadora del premio de escultura en la bienal de Florencia de 1975) o a través de encuentros individuales (con Egon von der Wehl en Portugal, por ejemplo).

Desde hace más de 20 años me dedico a los temas
Rostro del hombre - Retrato -
Rostro de la tierra - Naturaleza -
En los últimos años, también me dedico a las formas de expresión cósmicas.

En 2001 escogí el formato cuadrado para mis cuadros con el fin de "crear lo nuevo": la "danza de los colores luminosos". 

A partir de Malewitsch, el cuadrado ha fascinado a innumerables artistas y estimulado la creación de obras siempre nuevas. Al lado del círculo, es una de aquellas figuras geométricas que se nos presentan como símbolo de la perfección, conteniendo a la vez –de manera diferente al círculo aurático o al triángulo y su nerviosismo– un dinamismo sin igual.  Uno puede balancear el cuadrado sobre una esquina, como Max Bill, o hacer que palpite, como Ad Reinhardt. Uno puede dejarse inspirar por él, dejarse inducir, perturbar y luego tranquilizar también. El cuadrado es un propio universo amable de esquinas que abre espacio a un proceso de percepción casi incorpóreo, una visión del mundo

"así puedo ser ahora".